24 de septiembre de 2011

Vamos a perdernos en el mundo.

Oye tú, sí tú. Escúchame bien, porque no voy a repetirlo. ¿Qué eso que has hecho conmigo? ¿Acaso te crees con derecho a usarme de esta manera? A tenerme atada día sí y día también, a no dejarme salir de entre las sábanas de tu edredón, a estar en mi mente a todas horas. ¿Quién te dio permiso para hacerte el responsable de mis sonrisas y de mis lágrimas? Y ese brillo que tienen mis ojos cada vez que te ven aparecer tras cualquier esquina, ¿Quién les mandó que sólo pudieran iluminarse cuando te vieran a ti, eh? 
Explícame tu secreto, el mejor guardado desde la invención de la Coca Cola. Exijo saber por qué tu olor es el que mejor le viene a mi nariz, o por qué tus manos son las únicas capaces de hacer que mi piel se ponga de gallina. Porque los te quiero son bonitos, pero aún más si salen de tu boca. 
Y, para qué te lo voy a negar, tengo miedo. Tengo miedo de que algún día desaparezcas de mi vida, te canses de mis besos, o simplemente quieras cambiar de aires. Tengo miedo porque no sé qué será mí. Porque no sé si volveré a sentir nada de esto, o si habrá alguien capaz de despertar en mí lo que tú despiertas cada día un poco más. Me aterra quedarme sin tu sonrisa, olvidarme de tu voz, o perderme debajo de cualquier edredón y ya no sentir dentro tu olor. 
Daría el mundo por ti. El mundo, la galaxia, o el universo entero si fuera necesario. Por un sentimiento.

23 de septiembre de 2011

Cuándo aprenderíamos...

En eso consistía. Precisamente en que nunca fuera un tú, o un yo. Era un NOSOTROS. Y con eso éramos grandes, invencibles. Creíamos que el mundo era pan comido, que no había nada ni nadie capaz de hundirnos, por el simple hecho de ser eso, de ser un colectivo, un equipo, unos amigos, unos algo más que amigos. ¿Qué más daba la denominación que le diéramos? Éramos nosotros, con nuestros más y nuestros menos, aunque siempre, no sé cómo nos las ingeniábamos, predominaban los más. ¿Que qué pasó? Simple, sencillo, como el respirar. El tiempo hizo mella en nuestros rostros, pero aún más profundamente en nuestro corazón. Nos mirábamos, y ya no veíamos un mundo lleno de aventuras, un mundo hecho para nosotros. Caminábamos solos por la calle de la desolación, intentando volver a encontrar esa estación de tren que nos volvería a llevar al mundo que un día conquistamos a base de besos, caricias y abrazos. ¿Dónde estaban las canciones que nos cantábamos sin abrir la boca, los sentimientos que fluían sin necesidad de manifestarlos? No lo sabíamos, quizá ya ni siquiera nos lo preguntábamos. 
Y nos perdimos. Nos perdimos en una de tantas calles sin salida hacia un mañana mejor, donde todo era oscuro y los días siempre estaban nublados.
"Qué mala es la distancia", decían los que nos conocieron un día en nuestra mejor época. Y nos reíamos, pensando que eso jamás podría con nosotros, que estábamos muy por encima de todo aquello, de todos esos ideales.
Quizá, y sólo quizá, ese fue nuestro mayor problema. 

14 de septiembre de 2011

Es este amor eterno...

Así, justamente así. Que el tiempo se pare en cada vez que me sonríes, en cada pequeña arruga que sale en tu frente cuando piensas profundamente, o cuando te hago enfadar en broma. Que se detenga cuando me besas, o en esos maravillosos instantes justo después de que nuestros labios se separen. No dejes que el tiempo avance, que nadie cambie esto. Sígueme regalando recuerdos que se quedarán grabados para siempre en mi memoria. Cada tarde queda graba en mi mente, cada pedazo de cielo que me alcanzas, cada beso eterno que nos damos, de esos que nunca quieren acabarse, de esos que siento tan dentro. ¿Que qué haría sin ti? ¿Sinceramente? No lo sé. No tengo ni la más remota idea de qué podría hacer sin tu amor, sin tu apoyo, sin que me des todo sin pedir absolutamente nada a cambio. ¡Y qué más da que se acabe el mundo si estás tú conmigo! Como si caen cien meteoritos, como si el mar se desborda por los cuatro costados, como si las montañas se meten bajo tierra. Que el mundo se vuelva del revés, que mientras yo te tenga, no hay nada que temer. Que la luna no vuelva a salir, que mientras yo esté junto a ti, tendré a todas las estrellas conmigo. 
No cambio cada momento por nada, no cambio cada sonrisa por nada, no me cambio por nadie. Porque... ¿Sabes una cosa? TE QUIERO. Y sí, tenía que decirlo.