30 de agosto de 2017

Completarme antes de pedir más

Últimamente me he dado cuenta de que estoy contenta de una forma en la que nunca lo había estado. No es que lo esté más que antes, es que lo estoy de una manera distinta.
Me he dado cuenta (quizá tarde, aunque mejor tarde que nunca) de que poner fin a algunas cosas que nunca tuvieron futuro da más placer que continuar con algo que solo tiene un adjetivo posible: provisional.
Me alegro de haber conseguido reunir el valor suficiente para decir que ya basta, que hasta aquí hemos llegado y que no conformarse debe ser desde ahora mi único lema en la vida. No conformarse con la mitad, con los frenos y los stop colocados en los sitios menos oportunos.
Y dejarme llevar por los que de verdad quieran darlo todo por mí, y darlo yo todo por ellos, sin escuchar nunca más un "no estoy preparado", "no lo tengo claro", "no puedo prometer nada".
Si algo he aprendido este año es que si alguien quiere darlo absolutamente todo por ti lo va a hacer, y le va a dar igual todo lo demás y los demás. Y le va a dar igual sufrir, exponerse a que le rompas en mil pedazos o llorar como no lo ha hecho nunca. Y le va a dar igual el tiempo, la distancia, los obstáculos, sean cuales sean.
Y solo con esas personas vale la pena perder el tiempo, porque nunca lo estarás perdiendo.
Adiós para siempre a los círculos viciosos, a los "te quiero porque no quiero estar solo pero cuando aparezca alguien te dejaré tirada", al dolor que se hacen dos personas cuando no saben quererse bien.
Adiós a querer a alguien por encima de lo que me quiero a mí misma. Y adiós a creer que alguien tiene que llegar para estar entera; porque nunca me he sentido más llena de mí misma como ahora.

Y cada vez más.