5 de diciembre de 2013

Inciso

No sé quién soy. Me miro en el espejo y ya no me reconozco. Me siento alguien inexistente, alguien irrelevante en esta sociedad.
Experimento el dolor y experimento el odio, y a nadie parece importarle que tenga sentimientos, porque nadie parece preocuparse por mí. No llamo la atención, no soy especial, no tengo nada de diferente. Simplemente paso desapercibida, y quizá no me importe, pero acabo por sentirme terriblemente frustrada.
Esos momentos en los que piensas que todo el mundo puede llegar a ser feliz menos tú, porque siempre habrá algún impedimento, alguna piedra en el camino con la que no dejes de tropezar.
Si hubiera alguien, alguna persona de entre 7000 millones que supiera entender aunque fuera la mínima parte de lo que intento expresar, alguien que me entendiera aunque solo fuera algunas veces... pero nadie hace el esfuerzo porque a nadie le interesa. Quizá sea yo la que se cierra, quizá en esta vida no hay ni habrá nadie dispuesto a intentar entenderme, o dispuesto siquiera a mirarme dos veces al cruzarse conmigo. Quizá exista y está aún por llegar, lo cual veo más difícil cada día que pasa.
Solo me gustaría que alguien tuviera la consideración de pensar en mí alguna vez, que alguien me pregunte qué tal estoy porque quiera saberlo de verdad, no por otras intenciones sociales o físicas. No sentirse un objeto estaría bien de vez en cuando.
Aunque ni siquiera sé por qué me expreso, por qué escribo algo que nunca leerá nadie, o quien lo lea jamás hará algo al respecto. Supongo que así es la única forma que tengo de sacar de mí todo el odio que me atormenta, de desembarazarme de todo lo malo que hay en mí, y poder volver a estar dispuesta a disimular que estoy perfectamente, que mi vida va bien y que no necesito nada.
Ni a nadie.