6 de enero de 2013

Asco.

Estoy harta de este puto mundo de mierda. Y perdón por ser así de explícita, pero no aguanto más. He intentando mucho tiempo dejarme llevar, hacer ver que no me importan muchas cosas, que soy inmune a todas ellas. Pero me he cansado.
Me he cansado de ser siempre yo la que tenga que decir las cuatro cosas bien dichas que todo el mundo piensa. La que siempre pide perdón por todos los errores que comete, y aun sin cometerlos. La que se traga los marrones de todo el mundo, pero la que nunca tiene un buen hombro donde llorar los suyos.
¿Es esto a lo que yo aspiraba hace dos, tres años? ¿A esta mierda de vida?
He intentando ser tolerante, y que Dios me perdone si no lo he sido lo suficiente con alguna gente, pero con otra diría que hasta me he pasado de serlo. ¿Para conseguir qué? Que "parezca" que se preocupan por ti cuando en realidad se están descojonando en su casa de lo imbécil que puedes llegar a parecer delante de ellos.
Juré un día, hace mucho tiempo, que se acabó arrastrarse. Que a orgullo no me iba a ganar nadie. Y para una... puta persona por la que decido que merece la pena perder algo de ese orgullo...
Probablemente esto sea tan solo el momento de cabreo; que mañana me habré calmado y veré las cosas de otra manera, más tranquila. Pero es ahora cuando me apetece decirlo. Es ahora cuando saco toda la mala hostia que lleva dentro de mí tanto tiempo y la suelto así, a bocajarro, que la lea quien la quiera leer, no me importa. Estas son simple y llanamente las palabras de una persona que ha dado demasiadas cosas por demasiada gente que no se merecía la mitad de ellas.
Y que se dé por aludido quien crea oportuno. Ahora va por una sola persona, pero a lo mejor se puede aplicar a muchas que han pasado por mi vida. A demasiadas, tristemente.
Y toda esta mierda solo me deja de moraleja que NUNCA confíes en nadie. Que jamás reveles tus secretos a nadie, y que nadie merece la pena en este mundo.
NADIE.