2 de agosto de 2011

Ni siempre ni nunca.

Es curioso como muchas veces intentamos hacer como si el pasado nunca hubiera existido. Nos empeñamos en pensar que nunca estuvo ahí, que es como una ilusión que en realidad nunca vivimos. Miramos hacia delante, hacia el futuro incierto, esperando que lo más pronto posible ocurra algo que nos haga olvidar del todo los recuerdos que cada día nos atormentan, aunque no se lo digamos a nadie.
Sin embargo, un día cualquiera, un pequeño detalle, una mirada, puede hacernos retroceder en el tiempo a la velocidad de la luz. Nos hace volver de nuevo a esa época que queríamos borrar a toda costa, que desearíamos que no se nos hubiera quedado grabada en algún rincón de la memoria. Pero volvemos. Volvemos, y de repente, rememoramos todo; cada gesto, cada sonrisa, cada sensación... y nos damos cuenta de que desde aquellos momentos, no hemos podido volver a experimentar lo mismo. Nos hemos ido acostumbrando a vivir sin esos sentimientos que nos ponían la piel de gallina, o que hacían que en todo el día se nos pudiera borrar la sonrisa. 
Y entonces, ese día en el que te das cuenta de todo lo que has perdido después de tanto tiempo, te derrumbas. Después de haber intentado borrar todo de tu mente, esta se desborda como una cascada, golpeando cada centímetro de tu cuerpo, haciendo que tu corazón vuelva a sufrir de nuevo todo ese dolor contenido en una caja que nunca se llegó a cerrar.
Y lo peor... lo más horrible de todo, es que nadie puede ayudarte, o que quien puede... nunca lo hará.