Sin embargo, un día cualquiera, un pequeño detalle, una mirada, puede hacernos retroceder en el tiempo a la velocidad de la luz. Nos hace volver de nuevo a esa época que queríamos borrar a toda costa, que desearíamos que no se nos hubiera quedado grabada en algún rincón de la memoria. Pero volvemos. Volvemos, y de repente, rememoramos todo; cada gesto, cada sonrisa, cada sensación... y nos damos cuenta de que desde aquellos momentos, no hemos podido volver a experimentar lo mismo. Nos hemos ido acostumbrando a vivir sin esos sentimientos que nos ponían la piel de gallina, o que hacían que en todo el día se nos pudiera borrar la sonrisa.
Y lo peor... lo más horrible de todo, es que nadie puede ayudarte, o que quien puede... nunca lo hará.