26 de julio de 2014

Wave after wave...

¿Es posible dejar de echar de menos?
Es algo que no deja de preocuparme últimamente. ¿Nos acostumbramos a vivir sin algo determinado, o simplemente dejamos de necesitarlo? Es curiosa la sabiduría humana que nos lleva a olvidar lo que una vez nos hizo tanta falta.
Dicen que la mejor forma de saber de verdad lo que sientes por alguien es perdiendo a esa persona, o incluso alejándote de ella. Somos idiotas, en lugar de disfrutar de esa persona cuando está a nuestro lado, tenemos que echarla desesperadamente de menos para darnos cuenta de que no podemos vivir sin ella.
Intento disfrutar todo lo posible de la gente que tengo a mi lado ahora mismo, a pesar de que probablemente me aleje de la mayoría en poco tiempo. Pero... ¿De verdad algún día dentro de, quién sabe, 4, 5, 20 meses, dejarán de hacerme falta? ¿De verdad es tan fácil y a la vez tan triste evolucionar?
Dicen que cada persona que pase por tu vida te marcará de una manera distinta y que no olvidarás realmente a nadie nunca, porque cada uno sabemos aportar algo determinado a otras personas. Pero... puede, y me cuesta admitirlo, que tenga miedo al olvido. A que no me convierta más que en una contribución, a un "gracias a ella conocí tal o cual cosa..." pero nada más. Un punto y a parte que no se continuó nunca más. Una pasada de página del libro de alguien, donde poco importa la página que yo escribí, sino que solo se valora el conjunto.
Y es que... el miedo al olvido es tan aterrador que me sorprende que no me hubiera preocupado antes. Y no es el miedo a no ser recordada por alguna hazaña importantísima, como una heroína o algo así, tal y como decía el protagonista de aquel libro. No, mi miedo es más simple, solo se reduce al pánico a no pertenecer a ninguna parte. Como si en ningún sitio te recordasen por haber hecho nada allí. Solo eres... una gota en medio del océano más grande de todos. En solitario eres insignificante y nadie puede ni podrá apreciarte nunca.
Y con cuidado te acercarás un día a la orilla, esperando sentir allí el contacto de alguien.
Hasta que una ola te devuelve de nuevo a la más absoluta oscuridad.