12 de octubre de 2012

Me falta voluntad o me sobra vicio.

Esos momentos de soledad extrema. Esos momentos en los que te gustaría hacer de todo menos lo que estás haciendo, ser quien fuera menos quien eres.
Quizá estemos solos siempre, acompañados momentáneamente por personas, que van cambiando según pasan los años. Quizá ninguna de las personas con las que comparto hoy algo de amistad me vean crecer, convertirme en adulta. ¿Quién sabe dónde acabaré, o con quién?
Nos gusta imaginarnos nuestra vida dentro de veinte años y vernos con exactamente las mismas personas que ahora, con una carrera, quizás un marido, hijos... una vida hecha. Y es así, en realidad nos da tanto miedo el futuro incierto que queremos hacer que el presente se quede con nosotros lo máximo posible, con miedo a avanzar, a conocer, a ser mejores o peores, a experimentar al fin y al cabo.
Lo único que sé ahora mismo con certeza (creo) es que no conozco ni a la mitad de las personas con las que me llevaré dentro de veinte años.
Y eso, por suerte o por desgracia, es una de las cosas que me anima a seguir adelante.