1 de mayo de 2015

Arrecife

Sabes, cuando la miro siento que el mundo se para. Es una sensación que no puedo expresar con palabras, no podría aunque quisiera. Su sonrisa me hipnotiza.

Porque ella no es como las demás, sabes, ella conoce el mundo, ella sabe de todo, es culta, inteligente, educada... es todo lo que nunca seré yo. Quizá por eso ahora estoy aquí, solo, escribiendo estas líneas en lugar de estar con ella.

Joder, yo la quería. Tanto que hubiera sido capaz de dejarle apoderarse de mí mismo hasta que ni yo me reconociera. Tanto que hasta cuando me dejaba compartir su tiempo con ella me dolía. Me dolía de amor, de felicidad. Me dolía el corazón por estar con ella. Ahora también duele, pero de otra manera...

Ella era perfecta, sabes, como un día de verano después de una tormenta, como el sol más espléndido en la playa de arena más blanca. Como lo que más te guste en el mundo. Así era ella. Serena y alocada a la vez, como solo ella sabía ser. Ahora me marchito sin ella, como una flor que ya no es regada por nadie, a la que todo el mundo ha olvidado y ha dejado aparte.

Se me parte el alma de imaginarla con otro. Es algo que me consume y que me aterra. Porque conocerá a otro, de eso estoy seguro. Será alto, guapo, fuerte, educado... todo lo que nunca fui yo. La llevará a sitios de ensueño, le regalará palabras más dulces que las que nunca pude relatarle yo. Y la querrá.

Porque es imposible no quererla.

Al igual que ahora siento que es imposible quererme a mí.