12 de junio de 2012

Puedo ver cómo mientes.

Escribo. Escribo, escribo y escribo. Escribo sin parar lo primero que se me viene a la mente, los sentimientos más profundos de mi alma, los más intensos, los más puros.
Este es mi vehículo de movimiento, mi pequeño espacio donde ser quien yo quiera ser, quien querría ser. Ser yo misma es algo que siempre he creído que he sido, pero quizás me equivoque. Quizás me falten años y años de práctica para conseguir actuar de verdad como yo quiero. Si es que sé lo que quiero.
Porque, en realidad, ¿Qué es lo quiero? Y lo más importante, ¿Por qué lo quiero?
Parece que sé lo que hago, adónde me dirijo y la razón por la que lo hago. Pero no. En realidad no voy a ningún sitio en concreto, sino donde me lleva la corriente. Parece que lucho por alcanzar mis metas, pero es pura fachada. Hace tanto que no me apetece luchar... porque claro, luchar implicaría levantarse, y levantarse es el camino difícil. Creo que hace mucho tiempo que opté por llevar el camino fácil, ese en el que tienes garantizado un "todo irá bien, nada te hará daño", en lugar del camino del "A lo mejor nada va bien, pero te sentirás realizada".
Supongo que lo que tengo es miedo. Sí, un miedo atroz a pasarlo mal, a no poder levantarme de la cama en días, a conocer una rutina que he tratado por todos los medios de olvidar. Me alejo todo cuanto puedo de aquello que me puede hacer recaer en la soledad y el olvido. Me alejo de las palabras bonitas, de los "buenos días, princesa", de los "te quiero solo a ti". Y aunque me muera por oírlos aunque sea una última vez, lucho por alejarlos de mí todo lo posible. Lucho por BORRARLOS de mi vida.
Bueno, mira, a lo mejor sí que lucho.
Lucho porque te alejes de mí.