1 de mayo de 2012

Por haber escuchado tu voz...

Pensando y pensando he llegado a la conclusión de que esperamos algo que nunca llegará. Esperamos la perfección, alguien que sepa todos y cada uno de nuestros defectos, pero que aún así nos quiera. No nos damos cuenta de que esa persona en realidad no existe. De que nadie llegará a conocernos nunca como nosotros mismos nos conocemos. Que la perfección no existe, y a lo mejor sólo perseguimos eso porque no queremos ver que lo que de verdad necesitamos es mucho más fácil de lo que lo queremos hacer. Quizá siempre ha estado ahí, esperándonos, sin ser importante al principio ni siquiera.
Nos empeñamos en buscar algo fuera de nuestro entorno, día tras día arriesgando a conocer a más y más gente nueva, pero ¿Qué saben ellos de nosotros? Y así, sin más, vamos labrando un futuro, lleno de errores, de cosas que cambiaríamos, de decisiones mal tomadas, de miles y miles de momentos en que deseamos regresar al pasado para cambiar algo, sin éxito. ¿Es ese el verdadero camino? ¿Arrepentirnos todos los días del pasado, y no mirar más allá de él, sin darnos cuenta de que el presente está aquí, esperando a que lo escribamos?
Quizá, irremediablemente, la especie humana está condenada a tropezarse un millón de veces con la misma piedra. Probablemente necesitemos eso para darnos cuenta de que esa piedra será lo más importante de nuestra vida.