29 de enero de 2012

Game over.

Es tan difícil desprenderse de un amor que lleva vivo tanto tiempo... un amor donde siempre ha quedado lugar a la esperanza, donde cuando menos lo esperabas podía aparecer un "te quiero".
A veces pienso que esos que tú me decías tantas veces, sólo quería decir "te quiero porque no quiero estar solo". Pero yo me engañaba, me engañaba queriendo creer que lo decías porque de verdad lo sentías.
Quizá lo que más nos gusta de esto es el juego. El juego de ahora querernos, ahora no, de estar con otras personas, pero nunca dejar de querernos el uno al otro, siempre dejando esa puerta abierta. Sin el juego estamos perdidos, y aunque lo intentáramos, ambos sabemos que acabaríamos estropeándolo todo de un momento a otro. Nuestra única manera de estar es así, jugando a que esto nunca acabe. Hoy sufro yo por ti, mañana lo harás tú por mí. Y así, a lo tonto, jugando al juego del amor, ¿Cuánto llevamos? Demasiado tiempo. Tiempo en el que ha habido momentos para todo. Para llorar, para reír, para amarnos con locura, o odiarnos con toda nuestra alma. Pero siempre, cuando parece que todo está perdido, que esta es la definitiva, alguno de los dos se da por vencido y vuelve. Así, sin más, como un círculo vicioso que parece que no se acaba nunca.
No sé si tú mismo te das cuenta, pero así, sin quererlo, estamos haciendo un pasado y un presente... juntos.

25 de enero de 2012

Quiero beber hasta perder el control.

Quisiera explicar todo lo que siento por ti ahora mismo. Pero no puedo, es demasiado grande, demasiado puro, demasiado intenso como para poder plasmarlo en cuatro líneas, y no soy tan buena escritora.
Es esa sensación de que todo te va de maravilla, de que podría caer una bomba nuclear, que si yo estuviera junto a ti, nada más importaría.
Sé que nadie lo entiende, pero tampoco es lo que busco. Comprendo que nadie sepa lo que es tener plena y absoluta confianza en ti, saber que puedo contarte cualquier cosa y que nadie se enterará de ella. Poder mirarte y decir que al menos sé lo que es haber estado enamorada, y que es lo mejor del mundo.
Qué bonito es esto, de verdad. Qué pena que la rutina lo estropeara.

21 de enero de 2012

Por qué intentarlo más...

Lo he intentado, de verdad que lo he hecho.
He intentado olvidarte en los bares de carretera con cualquier camionero borracho que se me acercara. He hecho lo imposible para que salieras de mi mente. He pasado momentos en los que creía que el mundo se venía encima, y que la vida no tenía sentido si no estabas tú. He aprendido que las segundas oportunidades nunca son como las primeras, que la vida te da una hostia cuando menos te lo esperas y que si quiero a alguien, lo quiero hasta el final.
Por qué será que no encuentro el final de esta maldita historia. Por qué, si le pusimos mil puntos y a parte, si nos gritamos cosas que nadie se gritaría jamás, si nos dejamos claro que el amor ya no nos unía.
Explícame dónde se quedó el final, y por qué no viene a buscarme, por qué no me saca ya de la desolación.
Por qué.

13 de enero de 2012

Es como cuando me dices te quiero.

Es increíble. Un día como otro cualquiera conoces a una persona sin saber si será o no importante en tu vida más adelante. Vas contándole cosas poco a poco, conociéndola, sabiendo sus miedos, sus pasiones, lo que le gusta hacer, lo que detesta... es como si fueras haciendo un cursillo intensivo sobre su vida. 
Al principio no te importa. Puede que te diga que su color preferido es el verde, y que tú lo olvides y creas que es el azul. Pero después, según transcurre el tiempo, vas poniendo cada vez más interés en lo que te cuenta, hasta que es como un libro abierto para ti. Conoces todas y cada una de sus expresiones, y sabes relacionarlas con sus estados de ánimo. Estás segura de que si saca la lengua es que le divierte lo que has dicho, o que si se hace el enfadado pero reprime una sonrisa, es que en realidad sólo quiere hacerte rabiar.
Luego, llega el día en el que definitivamente te acabas de creer que, sin darte apenas cuenta, te has enamorado. Y sientes algo que te llena, que te hace sonreír cuando él sonríe, que te complementa. Nunca habías experimentado eso, y hacerlo ahora te llena de una felicidad indescriptible con palabras. 
Los días van pasando, y sientes que tu amor por él jamás se extinguirá, que lo vuestro sí que será para siempre, que tú serías feliz toda tu vida sólo con poder mirarlo fijamente y sonreír junto a él.
Es curioso, pero las cosas de él que antes te daban igual, ahora te las sabes de memoria. Te encanta hablar con él, compartir cualquier tontería que te pase, cualquier cosa, con tal de tener su atención durante un minuto. A veces te alejas sin querer, temiendo poder parecerle pesada, pero al ver que él no parece molesto, continúas así, día tras día, feliz, contenta contigo misma y con el mundo.
Es... cómo explicarlo, es la mejor experiencia del mundo, y quien no la ha sentido, jamás podrá vivir.

10 de enero de 2012

Too late...

Duele. Duele mucho. Tanto como un golpe del dedo meñique contra la pata de la mesa. Es más frustrante que no poder salir un día a jugar porque está lloviendo. Tan horrible como descubrir en medio de un viaje que se te ha borrado del Mp3 tu canción favorita. 
Enterrar sentimientos bajo llave en un cajón de mi memoria y prohibirles por todos los medios que salgan de donde están nunca ha sido mi estilo, pero esta vez haré una excepción. Enterraré lo que pienso, lo que sé y sobre todo, lo que siento. Me quedaré callada en una esquina de la habitación más oscura que exista y no saldré hasta que no haya nadie para mirarme con atención, para clavar en mí la mirada de la decepción. Porque cada día siento que decepciono a más gente sin darme apenas cuenta. Cada día veo que más personas se alejan de mí sin retorno, sin un adiós, sin nada. 
Debería haber aprendido de las hostias que me he dado en mi vida, pero ya se ve que no, que yo sigo tropezándome con la misma piedra, aunque la propia piedra ya ni siquiera esté ahí, qué más da. 
Juré mil y una veces que nunca más, pero he descumplido esa promesa un millón. Me prometí a mí misma que sería fuerte con lo que viniera, y que nada podría derrumbarme, pero he pasado más tiempo en el suelo que de pie. 
Hoy, sinceramente, no sé si las cosas serán diferentes. Si servirán esta vez mis propósitos o volveré a fracasar y a acabar vencida por las ganas que tengo de tenerte aquí, cerca. Si al final me vencerán los deseos de decirte: te echo de menos y que tú me respondas un: yo también. 
Sé de sobra quien fue el vencedor y quien el vencido en esta tómbola que es nuestra vida. Pero también sé que esta no es la última vez. Que volverás, a lo mejor no mañana, ni dentro de un mes, pero volverás.
Quizá esa es la razón de que yo siga anclada esperando siempre a la próxima vez.

8 de enero de 2012

Siempre fui esclavo de la libertad... luego apareciste tú.

Echar de menos. Es un término tan abstracto... 
Siempre pensé que echar de menos era no dejar de pensar en una persona, desear que estuviera a mi lado en cada momento, pero que en cuanto pasara un tiempo sin ella me recuperaría y poco a poco aprendería a estar sin ella. Ahora veo que me equivocaba.
Echar de menos consiste en esperar todos y cada uno de los días en que esté pensando en ti. Es que te ocurra algo y pensar en contárselo antes que a nadie, es saber que te sacrificarías sin condiciones. Y, cuando echas de menos de verdad, entiendes que por mucho tiempo que pase, siempre dejarás un hueco a la esperanza, esperarás que vuelva, y nunca cerrarás esa puerta.
Echar de menos es siempre tener una neurona pensando en esa persona, no dejar ni un segundo de preguntarte qué estará haciendo, o si te necesitará... 
Nadie dijo nunca que echar de menos fuera fácil. Nadie dijo que estaría más tiempo disfrutando de tu compañía que echándote de menos. 
Echarte de menos... era uno de los riesgos que asumí el día que me enamoré de ti. Y te aseguro que aún hoy, no lo cambiaría por nada.