24 de enero de 2014

Irreversible

Señalas, pero nadie te ve. Gritas, pero nadie te oye.
Tienes que aprender que estás sola en esto, que nadie va a estar a tu lado para darte ánimos, sino para ponerte la zancadilla. Asúmelo: solo eres tú, tú sola en un mundo para el que no fuiste preparada. Tendrás que aprender a seguir hacia delante sin nadie que te empuje a ello, sin nadie que te ayude a aferrarte a tus objetivos.
Porque nadie se preocupará nunca por ti, ni querrá hacerte la vida un poco más fácil, un poco más soportable de llevar. Simplemente cada día que pasa vas acumulando más rabia y tristeza, que poco a poco te va llenando por dentro hasta que te desbordas con el más mínimo detalle y no puedes evitar sentirte impotente, sentir que no vales nada y que menos lo haces para nadie. Que eres un cero a la izquierda, un obstáculo, ese escalón que nadie ve cuando sube las escaleras de dos en dos. Eres lo que nadie percibe que está, lo que nadie se molesta en mirar, lo evidente. Que nadie te felicite por tus éxitos, pero que mil ojos se claven en ti como cuchillos afilados cuando cometas el más mínimo error. Que te odien, en definitiva. Que te odien por lo que en realidad no eres, por lo que otros dicen que eres, por el rencor que despiertan los actos que no haces. Y, por supuesto, que nadie jamás te quiera, bajo ningún concepto y por ningún motivo.
Que seas ese "a lo mejor", ese "podría llegar a ser", pero nunca es. Siempre en el limbo entre la nada y ningún sitio, entre lo que pudo ser y sin embargo nunca fue.
Y así, un día más, es un día menos en tu vida.