30 de agosto de 2017

Completarme antes de pedir más

Últimamente me he dado cuenta de que estoy contenta de una forma en la que nunca lo había estado. No es que lo esté más que antes, es que lo estoy de una manera distinta.
Me he dado cuenta (quizá tarde, aunque mejor tarde que nunca) de que poner fin a algunas cosas que nunca tuvieron futuro da más placer que continuar con algo que solo tiene un adjetivo posible: provisional.
Me alegro de haber conseguido reunir el valor suficiente para decir que ya basta, que hasta aquí hemos llegado y que no conformarse debe ser desde ahora mi único lema en la vida. No conformarse con la mitad, con los frenos y los stop colocados en los sitios menos oportunos.
Y dejarme llevar por los que de verdad quieran darlo todo por mí, y darlo yo todo por ellos, sin escuchar nunca más un "no estoy preparado", "no lo tengo claro", "no puedo prometer nada".
Si algo he aprendido este año es que si alguien quiere darlo absolutamente todo por ti lo va a hacer, y le va a dar igual todo lo demás y los demás. Y le va a dar igual sufrir, exponerse a que le rompas en mil pedazos o llorar como no lo ha hecho nunca. Y le va a dar igual el tiempo, la distancia, los obstáculos, sean cuales sean.
Y solo con esas personas vale la pena perder el tiempo, porque nunca lo estarás perdiendo.
Adiós para siempre a los círculos viciosos, a los "te quiero porque no quiero estar solo pero cuando aparezca alguien te dejaré tirada", al dolor que se hacen dos personas cuando no saben quererse bien.
Adiós a querer a alguien por encima de lo que me quiero a mí misma. Y adiós a creer que alguien tiene que llegar para estar entera; porque nunca me he sentido más llena de mí misma como ahora.

Y cada vez más.

26 de mayo de 2017

Random

Aprendes.
Aprendes a que todo te resbale a veces (o siempre). A darte cuenta de que te mereces algo jodidamente bueno en la vida, y no solo a cualquiera al que agarrarte cuando tengas una mala noche y nadie que te escuche.
Aprendes a que si algo duele... bueno, nada es para siempre. Y cura. Y pasa el tiempo. Y olvidas. Y te deja de importar.
Siempre se reduce a lo mismo. Es como el aleatorio de música del móvil; pasando y pasando canción tras canción, que en algún momento llegará alguna que te guste, o que sea perfecta para el estado de ánimo en el que te encuentras.
Y hasta entonces... pasas por encima del resto, dejándolas 10, tal vez 20 segundos, dejando que se internen un poco dentro de ti para luego decidir que no eran adecuadas. Una vez más.
Hoy me doy cuenta de que igual tú fuiste una de las canciones no adecuadas para mí. O quién sabe, quizá te escuché tanto que acabaste siendo demasiado repetitivo para mí. Como si no hubiera más opciones. Como si tuviera que seguir escuchando la misma canción para siempre.
Y oye, qué coñazo.
Pero hoy... que hace un tiempo que no estás entre mis listas de reproducción favoritas... que ya se me está empezando a olvidar tu letra... volvería a escucharte y probablemente redescubriría acordes nuevos de los que nunca me di cuenta; las palabras dichas de otra forma, los puntos y las comas situadas en otros sitios...
Qué pena que la estabilidad brillara por su ausencia.
Qué pena que nunca estés entre los grandes éxitos de la banda sonora de mi vida.

10 de mayo de 2017

Si supieras lo que te miro a escondidas...

Demasiado tiempo quizá.
Sin sentir, sin experimentar... sin rememorar lo que era tocar estas teclas para algo que no sea estrictamente necesario. Simplemente para expresar, o para intentarlo... para intentar decir escribiendo lo que con voz sigue sin salirme después de tanto tiempo.

Sigo en el límite. Entre lo que está bien y lo que creo que... está bien. Entre lo que me ha tirado siempre o lo que debería tirarme ahora. Entre la espada y la pared, con un hueco cada vez más estrecho para respirar.

Y me ahogo. Y no me escuchas. Y no puedes ayudarme.

Otra vez en el punto de partida.