26 de mayo de 2013

Océano de hielo

No lo entiendes. No lo entienden.
Yo quería verlo amanecer todos los días, quería ser el único olor de sus sábanas, e ir todos los días por la calle agarrada de su mano. Que no hubiera un mañana incierto, porque a su lado todo era un perfecto presente de amor.
Yo deseaba apartarle ese pelo rebelde que le caía en la frente, y observar su sonrisa tan de cerca que pudiera sentir su aliento en mi nariz. Querría verle caminar de lejos, y que de repente se girara y me sonriera, así, simplemente a mí. Que su atención no tuviera un punto fijo que no fuera yo. Que me buscara cada vez que estuviera lejos y que no tuviera que mirar a nada más cuando estuviera a su lado.
Que por mí abriera mares, moviera montañas, atravesara tornados. Y que nunca, NUNCA, me pidiera explicaciones en mis días menos buenos. Que supiera esperar, que fuera paciente con todos y cada uno de mis defectos, y que supiera ponerme en mi sitio cuando me pasara de la raya.
Que nadie lo considerara perfecto, ni la persona ideal con la que compartir una vida hasta que no lo conocieran de verdad, a fondo, igual que lo conocía yo. Que no destacara en la multitud, pero que brillara para mí con luz propia.
Creer en el destino se me hace tremendamente complicado últimamente, pues si lo siguiera... volvería al principio de todo. Y no quiero. Me niego rotundamente. Quiero avanzar, conseguir desprenderme de todo lo que me ata al suelo, todo lo que me impide volar lejos de aquí y olvidar todo lo que fui, todo lo que fuimos.
Se me está haciendo cuesta arriba, no lo negaré, jamás podría negar algo así. Se me nota en la mirada, lo noto en mi estómago aún con la fuerza suficiente para hacerme parar en seco en medio de cualquier calle, clavarme al suelo y girarme 360 grados porque he notado su olor y necesito saber si está cerca.
No, tristemente eso no se pasa de la noche a la mañana. No es una mala noche de copas que se pasa con un domingo de resaca y café con sal en la cama hasta que llegue el lunes y vuelvas a empezar. Ojalá fuera tan fácil de superar.
Yo lo compararía con un cáncer que se va extendiendo por todos tus órganos, y cuando menos lo esperas, comienza a devorarte por dentro. Te hace volverte loca y te ataca cuando le viene en gana.
Pero no. Se acabó. Punto y final definitivo, desintoxicación.
Por mí, por ti, por orgullo.


Sobre todo por orgullo.