31 de diciembre de 2013

Por creer que yo era única, qué estúpida

Desconexión. Desconectar para pensar en ti, en mí, en nuestras idas y venidas. En lo que siento, en lo que sentí por ti y en lo que sentía cuando te tenía tan cerca que podía saborear tu aliento en mi nariz.
En si quererte es la mejor opción, o si nunca tuve ninguna opción más en esta decisión que tomé sin que nadie me pidiera opinión, sin que yo misma fuera consciente de lo que estaba haciendo.
Yo, que te prometí estar en las buenas y en las no tan buenas, cuando las noches se pasaran entre risas y emoticonos lanzándote besos que nunca llegaron a su destino; en los días fríos como el hielo aunque estuviéramos en pleno agosto, aunque ahí fuera se derritieran los cubitos de hielo al sol en menos de cinco segundos, en mi habitación se respiraba el frío más insoportable de todos: la soledad. Cuando no tuve más remedio que dejarte ir, para que entendieras, para que pudiera entender yo qué era todo esto, dónde íbamos tan rápido, por qué parábamos a cada tramo del camino.
Y sin embargo ahí seguí sin moverme, clavada en el suelo mientras el viento me mecía y tú pasabas por delante de mí y desaparecías sin siquiera dar una explicación satisfactoria a todo esto; simplemente te desvanecías de mi lado, para luego reaparecer como si nada, sin explicaciones, sin esperanza para el futuro, el caso es que volvías. Y luego volvía yo.
Y aunque me empeñe en pasar todos los días una hoja más del calendario, por dentro noto cómo el tiempo hace mucho que no pasa, que avanza demasiado rápido mientras yo sigo en un pasado remoto y perdido, pasado que a veces me pregunto a mí misma si alguna vez existió de verdad.
Porque dicen que nuestro cerebro está tan bien preparado que es capaz de olvidar los malos momentos y tergiversar los recuerdos para hacernos creer que cualquier tiempo pasado fue mejor.
Y a veces me doy cuenta de que quizá yo misma soy una versión distorsionada de quién era en aquella época.

5 de diciembre de 2013

Inciso

No sé quién soy. Me miro en el espejo y ya no me reconozco. Me siento alguien inexistente, alguien irrelevante en esta sociedad.
Experimento el dolor y experimento el odio, y a nadie parece importarle que tenga sentimientos, porque nadie parece preocuparse por mí. No llamo la atención, no soy especial, no tengo nada de diferente. Simplemente paso desapercibida, y quizá no me importe, pero acabo por sentirme terriblemente frustrada.
Esos momentos en los que piensas que todo el mundo puede llegar a ser feliz menos tú, porque siempre habrá algún impedimento, alguna piedra en el camino con la que no dejes de tropezar.
Si hubiera alguien, alguna persona de entre 7000 millones que supiera entender aunque fuera la mínima parte de lo que intento expresar, alguien que me entendiera aunque solo fuera algunas veces... pero nadie hace el esfuerzo porque a nadie le interesa. Quizá sea yo la que se cierra, quizá en esta vida no hay ni habrá nadie dispuesto a intentar entenderme, o dispuesto siquiera a mirarme dos veces al cruzarse conmigo. Quizá exista y está aún por llegar, lo cual veo más difícil cada día que pasa.
Solo me gustaría que alguien tuviera la consideración de pensar en mí alguna vez, que alguien me pregunte qué tal estoy porque quiera saberlo de verdad, no por otras intenciones sociales o físicas. No sentirse un objeto estaría bien de vez en cuando.
Aunque ni siquiera sé por qué me expreso, por qué escribo algo que nunca leerá nadie, o quien lo lea jamás hará algo al respecto. Supongo que así es la única forma que tengo de sacar de mí todo el odio que me atormenta, de desembarazarme de todo lo malo que hay en mí, y poder volver a estar dispuesta a disimular que estoy perfectamente, que mi vida va bien y que no necesito nada.
Ni a nadie.

9 de noviembre de 2013

Éxtasis

Impotencia.
Llevaba algún tiempo sin escribir, pero supongo que no había nada que poner, nada que decir que fuera capaz de explicar con palabras...
Cuando tu vida da un giro de 360 grados ni siquiera sabes qué pensar, cuando muchas cosas pasan por tu cabeza como un remolino de recuerdos que se pierde en un tiempo pasado que, por fin, sabes que no volverá.
Los puntos finales nunca se me dieron bien, yo soy más de los hasta luego dichos a media voz, dejando el hueco abierto siempre a la esperanza; soy de las que 'nunca contigo pero tampoco sin ti' y de las que cree que el mundo, Dios o el Karma nos hace estar donde estamos por una razón. Que algo se aproxima cada vez más a nosotros con cada paso que damos, con cada error que cometemos, con cada herida que recibimos. Gran error por mi parte creer que todo el mundo es como yo, que todos creen que cada cosa que hacen la hacen para acabar recibiendo algo mucho más grande. No, la mayoría de la gente se limita a ir de un lado a otro, dejándose llevar por un devenir inexplicable, sin hacerse preguntas o preocuparse lo más mínimo por nada o por nadie. Gran error pensar que ellos no mienten, que no hacen daño, que no engañan ni manipulan a su antojo, que no son crueles, que no te pueden destrozar hasta hacerte pedazos tan pequeños que ni tú misma te reconoces al mirarte al espejo.
Realmente no sé quién soy desde hace algún tiempo; me miro y no sé por qué estoy donde estoy o qué me ha traído hasta aquí. Delante de mí veo un futuro incierto, tan turbio e impredecible como no lo había visto nunca ante mí. Y eso puede ser bueno o malo: bueno porque puede depararme cualquier cosa y la curiosidad domina frente a otro sentimiento, y malo porque puede traerme más de lo mismo, y yo... no sé si podré soportarlo más.
Lo único que tengo claro en esta etapa de transición es que no quiero volver atrás. Porque una vez que has caído hasta el fondo solo puedes ir hacia arriba.
O eso decían.

29 de septiembre de 2013

Podría poner de nuevo lo que últimamente me dedico a escribir aquí, el desasosiego mental que acaece en mi vida, que no me deja pensar en nada más, que me hace imposible centrar mis fuerzas en otra cosa.
Porque veo cómo todo pasa y después de un determinado tiempo vuelve a pasar sin que nada cambie; vivo en un mundo estático, donde cualquier posibilidad de mirar hacia otra parte es pura fachada, encadenada inevitablemente a lo que yo llamaría en otra época "círculo vicioso", pero que desde hace algún tiempo ha dejado de parecerme atractivo por completo. Me limito a caminar hacia delante, sin mirar hacia los lados, sin pararme a repasar y sin que me dé tiempo a arrepentirme de lo que hago. Soy una autómata, un robot programado para existir, simple y llanamente, nadie me quiere para nada más. Voy de un lado a otro sin que se me requiera en realidad en ningún sitio, sin que nadie note mi presencia ni mi ausencia cuando ya no estoy, cuando todo acaba. 
Querría despertar, pero ya no importa, en realidad nada ya lo hace para mí. Se me acabaron las esperanzas justo cuando abrí de verdad los ojos al mundo y vi lo que tenía guardado para mí: nada, la más absoluta y desoladora desesperanza, las ganas de que los días acabasen, sin que ninguno fuera importante, sin que nada marcara un antes y un después, porque ya nada marcaba nada. 
Me consumo viendo cómo los demás, merecedores o usurpadores de todo lo que yo quería están ahí, impasibles, viviendo sus vidas sin importar nada ni nadie más.
Mientras tanto aquí sigo, impasible, víctima de la rutina y de la soledad que a ella acompaña, sin fuerzas siquiera para luchar, pues cuando se ha perdido la esperanza... nada queda ya. 

22 de septiembre de 2013

Regresión

A todos los seres humanos nos aterra el cambio. Esa posibilidad de que las cosas salgan justo al revés de como las hemos planeado, el miedo a que de la noche a la mañana todo sea diferente.
Pero a veces no nos damos cuenta de que el cambio es lo que nos hace ser personas, de que lo antinatural es permanecer iguales siempre.
Hay gente que dice que tras haber vivido situaciones límite o traumáticas se siente completamente distinta, como si naciera de nuevo, como si la vida le diera una segunda oportunidad para replantearse cómo hacerlo todo, cómo vivir, al fin y al cabo.
Para mí el cambio es algo a lo que me he acostumbrado a vivir. Miro atrás y me doy cuenta de que he cambiado muchas cosas, quizá más de las que me gustaría, pero al final comprendo que las circunstancias me han obligado a actuar de esta forma.
Quizá nos da tanto miedo cambiar porque no estamos preparados para darle la vuelta a nuestras filosofías de vida; a lo mejor no podemos soportar la idea de romper nuestros tan preparados esquemas, hacerlos mil pedazos y olvidarlos para siempre. Puede que nos aferremos con todas nuestras fuerzas al "mejor malo conocido que bueno por conocer" y tengamos tanta fe en nuestra situación actual que no queramos movernos ni un centímetro del punto donde estamos.
O simplemente puede que nos asuste tanto cambiar porque ello suponga echar por tierra lo que pensábamos que sería "lo ideal".
O a lo mejor sólo necesitamos a alguien lo suficientemente importante para hacernos dar el paso de gigante que llevamos queriendo dar toda nuestra vida.

11 de septiembre de 2013

Retales

Se trata de superarse. De hacer creer que no te importan las cosas que más daño te hacen, de aparentar el triple de fuerza de voluntad de la que en realidad tienes. Lo importante es no mirar atrás, no parar nunca de caminar hacia delante, jamás detenerte a pensar en lo que pudo ser.
Hacer ver que eres una persona insensible no ha sido nunca mi filosofía de vida, pero a lo largo del tiempo me he dado cuenta de que es la única forma de sobrevivir muchas veces. Echar una carcajada cuando oyes algo que te hace sentir como si un cuchillo te atravesara el estómago. Quedarte a un lado, apartada, esperando lo que quizá nunca llegue, mostrándote indeferente a que ocurra.
Intentando protegerte a ti misma de esto, de... la soledad en la que te sumes cada día un poco más.

1 de septiembre de 2013

Memories

Y aquí estamos, creyendo como ilusos que el amor dura para siempre, que los sentimientos no se rompen, que sólo pueden hacerse más fuertes.
Cuántas veces hemos imaginado que aquellas palabras crueles que oímos no son más que delirios provocados por envidia, por sentimientos que la gente se niega a aceptar. Pero no nos damos cuenta de que tarde o temprano todo muere, incluso los sentimientos.
Cuando ya no eres capaz de girarte para verle caminar por cualquier calle, o cuando no te quedan fuerzas para decirle todo lo que hace varios meses hubieras gritado al mundo entero. Es ahora cuando nos quedamos callados y nos apartamos del medio del camino; somos capaces, después de tanto tiempo, de darnos por vencidos y tirar la toalla para nunca más volver a recogerla, para marcar el punto y final que debimos haber marcado hace tanto tiempo...
Pero ya no nos arrepentimos. Porque ya no miramos atrás y vemos sólo lo que queremos ver, ahora miramos al pasado y observamos cómo las cosas nunca fueron de color de rosa, cómo siempre hubo malos momentos, desengaños, pérdidas y sufrimiento hasta decir basta. Nos damos cuenta de que sonreímos por cosas que no eran verdad, por cosas que quisimos pensar que eran perfectas, pero que en realidad nunca lo fueron.
Y ahora abrimos los ojos al mundo y descubrimos que no hay personas adecuadas para nosotros, que no están, que nunca estarán. 
Porque ya no creemos en nada. 

22 de agosto de 2013

Too deep

Y ahí está él, mirándote desde el otro extremo de una habitación atestada de gente. Es curioso cómo por muchas personas que os rodeen es capaz de fijar sus ojos solamente en ti, como si no hubiera nadie más, como si solo importara lo que quiere transmitirte con su mirada.
A veces sientes que te hundes y no puedes emerger, cuando no te mira, cuando aunque te esté rozando con la palma de la mano, parece que os separa un abismo insalvable. Cuando las palabras rebotan contra su superficie como si fuera de hierro, impenetrable, como si nadie consiguiera nunca llegar al fondo.
Pero otras, cuando a pesar de esta a millones de kilómetros de distancia, lo sientes cerca, más cerca de ti de lo que nunca había estado... entonces sonríes, y te autoconvences de que todo irá bien, de que esta vez será la definitiva y no habrá más distanciamientos. Porque cuando te mira de esa forma, cuando miras a cualquier otro y no eres capaz de encontrar nada tan bueno que lo iguale a él... sabes que lo necesitas más de lo que aparentas, de lo que en realidad quieres.
La realidad se hace insoportable cuando tienes que fingir pasar de alguien que en verdad siginifica tantísimo. Poner buena cara se convierte en algo mecánico, sonríes por pura rutina y hasta aquel baldosín roto en el medio de la calle te recuerda a él y en cómo te cogió fuerte de la mano para que no tropezaras con él.
Pero no puedes... ya no. Y escondes ese sentimiento tan dentro de ti que hasta a veces parece que ya no existe...
Hasta que alguien destapona la herida, y la sangre sale a borbotones de dentro de ti, sientes que tu pecho se abre en canal y que la respiración se te corta.
Y empiezas a echarle de menos.

1 de agosto de 2013

Supervivencia

Negar lo evidente es algo que nunca se me ha dado bien. Me considero una persona con las cosas claras, quizá demasiado claras. Cuando algo me molesta en seguida se nota, mis principios son claros y no tengo intención alguna de cambiarlos.
Pero llega un día en el que te das cuenta de que para todo existen excepciones. Pasas por alto cosas que te han sentado mal, perdonas a gente que ha violado tus principios infranqueables... y justamente en ese momento es cuando te das cuenta de que no se pueden tener metas fijas en la vida, de que prácticamente todo es volátil, como si estuviera escrito en papel que con el paso del tiempo se va desgastando y erosionando hasta que no queda nada de él.
Precisamente todas y cada una de las excepciones que hacemos en nuestra vida son las que más nos marcan. Nunca podremos olvidar a aquella persona a la que perdonamos algo que jamás habríamos pensado perdonar de no haber sido ella, nos acostumbramos (quizá demasiado rápido) a las decepciones del día a día, a ver que alguien que lo había sido todo se convierta en un simple desconocido, alguien a quien miramos desde la acera contraria de la calle sin saber bien qué decir, apartando la mirada y con ella un cúmulo de sentimientos que gritaríamos si aún nos quedara algo de ese valor que perdimos en el momento en que hicimos aquella excepción.
Ver a la gente como si ya no formara parte del mismo mundo que tú es algo que, tristemente, llega tarde o temprano. Nos empeñamos en seguir pensando que tenemos unos amigos que nunca nos defraudarán simplemente porque somos nosotros, porque son ellos. Pero no. El paso del tiempo nos ayuda a darnos cuenta de que si queremos sobrevivir medianamente sanos mentalmente tenemos que desconfiar de todo y de todos por naturaleza.
La gente lo hace por sobrevivir, pero quizá yo no quiera hacerlo.

31 de julio de 2013

The other side

El tiempo pasa, y pasa para todos por igual. Pasa para los que esperan ese saludo en aquella pantalla de plástico donde plasmaron sus sentimientos más profundos, donde consiguieron ser completamente sinceros y sincerarse con aquella persona especial.
Pasa para los que están desengañados de todo, los que no tienen nada por lo que esperar, nada más que que el tiempo pase y puedan olvidar aquello que tanto daño les causó, un trauma que les marcó para el resto de su vida.
Pasa para los que son completamente felices con lo que tienen, pero, sobre todo, pasa para los que tienen un sueño, algo que desean todos los días al levantarse que se cumpla, que anhelan más que nada y que llevan persiguiendo durante tanto tiempo.
Quizá deberíamos arrojar por un precipicio todos aquellos sueños en los que hemos malgastado tanto tiempo para que al final no llegaran a ser más que eso, sueños. Es probable que no podamos recuperar ni un solo segundo de todas esas esperas interminables, esos nervios agarrados a la boca del estómago que no se iban ni con un millón de tilas. Todo para nada, la recompensa nunca llegaba, cada día parecía más cercana cuando en realidad se alejaba un poco más con cada movimiento de la manecilla pequeña del reloj.
He pensado muchas veces por qué seguimos empeñados en todos esos sueños, por qué no podemos desprendernos, dejarlos ir y no volver nunca más, ser libres por una vez.
Y he llegado inevitablemente a la conclusión que quizá haya cambiado radicalmente mi forma de ver las cosas. Si no nos separamos de ellos es simplemente porque siempre tenemos una motivación que nos anima a seguir en ellos, que nos hace creer en nosotros mismos y en que podemos conseguir esos sueños, que podemos conseguir todo lo que nos propongamos si ponemos todo nuestro empeño y nuestras ganas.
He tenido miles, millones de sueños a lo largo de mi vida, y apenas he conseguido unos pocos; pero no me arrepiento de nada, ni de la espera, ni de las decepciones... ni siquiera del tiempo que ha pasado, porque, aunque ahora nos parezca que se nos desgarra el corazón con cada despedida, que no conseguiremos levantarnos tras ver esa lágrima deslizándose por nuestra mejilla, podemos con todo eso y con más. Porque somos fuertes, porque lo que más nos sobra son sueños, y lo que menos es ganas de rendirse.

28 de junio de 2013

Heart attack

Qué gracia me hace a veces la sociedad. Sí, esa para la que eres solo un insignificante punto que no le importa a prácticamente nadie.
Con el paso de los años me he ido fijando objetivos, metas... pero sobre todo, por encima de estos, he adquirido moral, unos principios básicos sobre cómo actuar, cómo tratar a los demás para poder ser tratada  igual. Y siempre me he ocupado de no violar ninguno de esos principios, de mantenerme al margen de la "legalidad" de mi ética y ser una persona digna de confianza para mis amigos más íntimos.
Y de repente... llega alguien que se salta a la torera todos tus principios, toda la base sobre la que has edificado tu vida. Alguien a quien ni siquiera has dañado, con quien siempre has respetado las normas. Pero actúa a tus espaldas, te miente, y hace las cosas con el único objetivo de conseguir su propio beneficio.
Yo... no puedo por más que mirar a esa persona desde una realidad que parece que no es la mía, confusa, intentando buscar el motivo, un por qué que me explique la razón que le ha llevado a hacerme esto.
Quizá no sea directamente un acto contra mí, puede que simplemente no tenga los mismos principios, la misma moralidad que yo, pero... no sé, se supone que cuando se forja una amistad las leyes básicas son las mismas para todos, aquí y en la otra punta del mundo. Y sin ellas no seríamos más que cavernícolas que se dejan llevar por sus impulsos más primarios y que no acaban dando otra cosa sino vergüenza.
La decepción no era una novedad en mi vida, pero la verdad es que hacía mucho que no recibía un golpe de estas dimensiones... y no sé por qué me espero más próximamente.
Lo peor de todo es que no puedo hacer nada. Me siento atada de pies y manos, vacía de todo sentimiento, incapaz de moverme, de actuar, por miedo quizá a algo más grave que el enfado, que la vergüenza y que la traición.
Por miedo a descubrir la verdad. La abrasadora y dolorosa verdad que se esconde tras todo esto.
"Ojos que no ven, corazón que no siente." Sí, pero... ¿Qué pasa cuando es el corazón el que te avisa de algo que próximamente descubrirán tus ojos?

1 de junio de 2013

After all this time...

Por eso nunca hay que ponerlo fácil, porque lo fácil aburre, porque lo difícil estimula, motiva y hace mil veces más feliz que lo fácil.
Porque yo jamás he sido de esas a las que les atraen las cosas fáciles, los "te quiero" dichos a mí igual que a veinte más, sin cariño, sin amor, sin expresar de verdad lo que significan esas dos palabras.
Si me dices "te quiero" dímelo porque, después de mucho tiempo, he conseguido llegar a una parte de ti a la que apenas nadie había conseguido llegar antes. Dímelo porque brote directamente desde tu corazón, sin que puedas reprimirlo, que salga limpio, natural, puro.
Y yo seré todo lo que quieras que sea. Porque para algo he trabajado y me he esforzado en conseguir escuchar las dos palabras que más gente quiere escuchar en este mundo.
Pero nunca seas fácil. Nunca dejes que todo el mundo vea tu yo verdadero, porque entonces... en realidad no sabrás quién eres, quién quieres ser. Esconde tus más oscuros secretos en un rincón muy perdido dentro de tu corazón, y no los dejes salir, oprímelos hasta el fondo, y déjalos salir sólo cuando alguien realmente merezca saberlos, cuando sepas que has encontrado a la persona perfecta para compartir esa carga contigo.
Porque ninguno de nosotros estamos libres de cargas, pero para eso nos emparejamos, para ayudar a soportar las cargas de aquellos que nos importan, para darles nuestro apoyo y nuestra comprensión, y sobre todo, para sentirnos orgullosos de que alguien haya decidido otorgarnos el honor de dejarnos ver ese pedacito de él mismo que nadie había visto antes.
Y sé que no estamos hechos para buscar a nuestra media naranja, que eso son sólo cuentos chinos para que creamos que el más inesperado día de San Valentín encontraremos a esa persona, en lugar de encontrarla sin querer en tu bar corriente una tarde en la que ni siquiera pensabas salir arreglada.
Pero, aunque nos valgamos nosotros solos, aunque nazcamos y muramos solos, al igual que todas las criaturas de este mundo, yo personalmente, necesito a esa persona a la que contarle mi vida.
Simplemente por la sensación de haberlo encontrado y de que está ahí, tan perfecto y comprensivo como yo lo imaginé.

26 de mayo de 2013

Océano de hielo

No lo entiendes. No lo entienden.
Yo quería verlo amanecer todos los días, quería ser el único olor de sus sábanas, e ir todos los días por la calle agarrada de su mano. Que no hubiera un mañana incierto, porque a su lado todo era un perfecto presente de amor.
Yo deseaba apartarle ese pelo rebelde que le caía en la frente, y observar su sonrisa tan de cerca que pudiera sentir su aliento en mi nariz. Querría verle caminar de lejos, y que de repente se girara y me sonriera, así, simplemente a mí. Que su atención no tuviera un punto fijo que no fuera yo. Que me buscara cada vez que estuviera lejos y que no tuviera que mirar a nada más cuando estuviera a su lado.
Que por mí abriera mares, moviera montañas, atravesara tornados. Y que nunca, NUNCA, me pidiera explicaciones en mis días menos buenos. Que supiera esperar, que fuera paciente con todos y cada uno de mis defectos, y que supiera ponerme en mi sitio cuando me pasara de la raya.
Que nadie lo considerara perfecto, ni la persona ideal con la que compartir una vida hasta que no lo conocieran de verdad, a fondo, igual que lo conocía yo. Que no destacara en la multitud, pero que brillara para mí con luz propia.
Creer en el destino se me hace tremendamente complicado últimamente, pues si lo siguiera... volvería al principio de todo. Y no quiero. Me niego rotundamente. Quiero avanzar, conseguir desprenderme de todo lo que me ata al suelo, todo lo que me impide volar lejos de aquí y olvidar todo lo que fui, todo lo que fuimos.
Se me está haciendo cuesta arriba, no lo negaré, jamás podría negar algo así. Se me nota en la mirada, lo noto en mi estómago aún con la fuerza suficiente para hacerme parar en seco en medio de cualquier calle, clavarme al suelo y girarme 360 grados porque he notado su olor y necesito saber si está cerca.
No, tristemente eso no se pasa de la noche a la mañana. No es una mala noche de copas que se pasa con un domingo de resaca y café con sal en la cama hasta que llegue el lunes y vuelvas a empezar. Ojalá fuera tan fácil de superar.
Yo lo compararía con un cáncer que se va extendiendo por todos tus órganos, y cuando menos lo esperas, comienza a devorarte por dentro. Te hace volverte loca y te ataca cuando le viene en gana.
Pero no. Se acabó. Punto y final definitivo, desintoxicación.
Por mí, por ti, por orgullo.


Sobre todo por orgullo. 

18 de mayo de 2013

Turn around

Resurges de tus propias cenizas. Revives. Te sientes emerger de donde nunca hubieras imaginado llegar a caer.
Pero, pese a todas las espectativas, te levantas de un salto. Con energía, con ilusión. Con esperanza.
Admitiré que la última época de mi vida no es que haya sido la más satisfactoria, pero ahora por fin puedo afirmar que acabó. Ha desaparecido esa sensación decepcionante, esa sensación de no conocerme ni a mí misma.
Porque me he encontrado. He buscado y rebuscado en lo más profundo de mí y por fin he dado con mi yo auténtico, o al menos una parte de él. Y me encanta. Me encanta lo que me dice, lo que me lleva a hacer. Es impresionante lo que me había estado perdiendo todo este tiempo. Todas las horas malgastadas que ya no podré recuperar nunca.
Pero merece la pena por sentir esta sensación de... calma. De total y absoluta paz y comprensión. Complementación.
Siento comenzar una nueva etapa dentro de mí, y la estoy esperando con ansias.
Vamos a comernos el mundo.


19 de abril de 2013

El pasado es como un día malo

Últimamente me siento decepcionada. Decepcionada con todo y con todos. Puede que me tomara esta vida con demasiado optimismo, que lo viera todo más de color de rosa que del color del que realmente es.
Me siento como si hubiera estado años y años sumergida bajo una piscina de agua tibia, sin preocupaciones, viéndolo todo con poca claridad, como si las cosas pasaran sin más, y no pudiera hacer nada para cambiarlas, como si todo diese un poco igual.
Pero ahora esa piscina ha desaparecido. Y aquí estoy, en la superficie, intentando volver a meter aire dentro de los pulmones, intentando acostumbrarme a ver las cosas con esta pasmosa claridad, con esta cegadora luz que lo inunda todo a mi alrededor.
Sé de sobra que desde este momento nada ni nadie volverá a ser lo mismo para mí. Ya no puedo mirarlos con los mismos ojos. Y duele, probablemente más a mí que a ellos, ignorantes de todo lo que me está pasando, de todo lo que se me viene a la cabeza últimamente.
Duele no poderles mirar de la forma en que lo hacía hace una, dos semanas. Para mí son como extraños, no los conozco, y no sé si quiero volver a conocerlos. Los miro desde fuera, desde una realidad que parece que ya no es la mía, y me doy cuenta de sus acciones, de todo lo que dicen, y me da... algo de asco, siendo sinceros. ¿Son estas las personas con las que yo quería construir un futuro? ¿En qué momento de mi existencia se me ocurrió siquiera pensar en ellas?
Son preguntas que no dejo de hacerme los últimos días. Y, cómo no, no encuentro respuesta posible. Sólo un cúmulo de pensamientos que no me ayudan en absoluto, que me obligan a alejarme más y más cada día, que me dejan más sola de lo que ya estoy.
Necesito un cambio de aires, encontrar una nueva perspectiva con la que ver todo esto. Otra opinión a todo lo que está pasando con mi vida, algo que me haga volver a acostumbrarme a todo esto.
Y probablemente la mejor solución sea alejarme una temporada de lo conocido. Sumergirme en aquello que aún no conozco, explorar nuevos mundos, lejos de este, lejos del mío.
O de lo que consideraba antes como "mío".

8 de marzo de 2013

Llámalo "orgullo"

Es una maldita guerra inútil. Esta, la que libro todos los días conmigo misma. Con mis principios y mis sentimientos.
Orgullo. Diría que el mayor pánico de mi vida es perder un poco, por mínimo que sea.
Supongo que se debe... a la única vez que lo perdí todo. A las consecuencias que todo aquello trajo a mi vida. Y le podría poner mil adjetivos calificativos negativos, pero no llegaría a asemejarse a lo que llegué a sentir.
¿Por qué esta lucha interna todos los días? ¿Por qué me niego a aceptar lo que siento?
Por miedo. Sí, ya está, ya lo he dicho.
Dios, tengo un miedo horrible, un pánico atroz al sufrimiento. Quizá sea por eso por lo que ya nunca me siento libre, ni me permito a mí misma disfrutar de los buenos momentos. "No disrutes Olga -me digo a mí misma-, todo esto se acabará algún día y sufrirás". Desgraciadamente, siempre suelo tener razón en esto.
A veces desearía ser como era hace dos o tres años, donde todo era fácil, yo era tan abierta y tan inocente hacia todo y hacia todos. Si ahora mismo yo fuera esa persona del pasado, probablemente ahora seria feliz, muy feliz, porque podría confiar, podría creerme todas las cosas bonitas que me dicen.
Maldita experiencia. Malditas malas influencias, maldito dolor contenido.
Quiero ir a contracorriente. Quiero saltarme las normas marcadas, quiero querer. Pero no puedo. Ya no.
Y lo he intentado, con todas mis fuerzas lo he intentado. Pero... bueno, digamos que cuando conoces demasiado bien a una persona, sabes que por mucho que tú lo desees, no cambiará.
Y mientras sepas todo lo que puede llegar a hacerte, mientras seas consciente de todo el daño que puede llegar a provocarte, no te permitirás a ti misma confiar.
Mientras tanto, solo cabe esperar quién gana la guerra entre tu dignidad y el eje central de todo tu mundo.

3 de marzo de 2013

"No sólo respirar es vivir"

¿Alguna vez te dijeron cómo vivir? ¿Alguna vez alguien tuvo la idea de decirte cómo actuar?
En realidad es simple. Vivir es lo más sencillo que podremos tener nunca. Sólo hay que inspirar, llevar el oxígeno a los pulmones y expulsar el dióxido de carbono. Y ya está
¿De verdad?
Una vez oí la frase "no sólo respirar es vivir". Y no le vi mayor trascendencia. Hoy me doy cuenta de que en realidad nunca me paré a pensar en ella. Y que tiene más razón de la que pretende tener.
Apuesto que hay millones de personas en el mundo que están vivas, pero en realidad no lo están. Miradas vacías, que no tienen ningún objetivo, ningún sueño, ninguna esperanza. Sonrisas que quieren aparentar tranquilidad y paz, pero que sólo provocan tormentos en quienes las observan.
¿Es ahora tan fácil vivir?
Probablemente siempre haya sido igual de fácil, pero nos obcecamos. No vemos más allá de nuestros microscópicos problemas, ignorando los detalles, las personas de nuestro alrededor que se levantan cada mañana con un único propósito: hacernos felices.
Porque quien diga que no se ha levantado ni una sola mañana pensando en querer que alguien sonría,  miente. Porque para eso estamos las personas en este mundo que parece no servir para nada en muchos sentidos. Para hacernos sonreír los unos a los otros. Para pensar en esa persona, y hacerla sentirse especial, hacerle ver que ese día estamos ahí para ella. ¿No es eso, al fin y al cabo, lo verdaderamente importante?
Yo nunca pedí un ramo de rosas rojas cada día, ni despertarme con un "buenos días, princesa" cada mañana. ¿Para qué? Esas cosas acaban aburriendo a cualquiera.
A mí lo único que me hace falta es una persona en la que pensar cuando esté mal, una persona que sepa que va a estar cuando no pueda ni levantarme de la cama, cuando tenga ganas de llorar y no sepa por qué, cuando me duela la cabeza.
Una persona que me aguante los días que esté insoportable, que perdone mis deslices, y que adore mis gestos y mi manera de caminar.
Quedaos con vuestros "amores" que os regalan mil detalles caros todos los días pero que no son capaces de ver cuándo estáis mal.
Yo me quedo con mi vida. Así, tal y como es.

17 de febrero de 2013

Y Shiskatcheg los unió para siempre.

-¿Qué puedo esperar de ti?-Le preguntó.
+¿Preguntas qué te ofrezco?-Dijo él, con una media sonrisa-No estaré siempre a tu lado. No seré un compañero con el que puedas contar en todo momento. Siempre he sido un solitario, no estoy hecho para compartir mi vida con otra persona. Pero, a pesar de todo, esté donde esté, tendré un ojo puesto en ti. Y te protegeré con mi vida si es necesario. Por un sentimiento.

2 de febrero de 2013

And the story ended.

Es en momentos como este cuando me doy cuenta de que ya no tengo sentimientos. Bueno, o algo así.
No quiero decir que no quiera a nadie, ni que no me preocupen las cosas que hacen ciertas personas. Pero cada día menos. 
Antes, cuando algo me dolía, me daban ganas de llorar, unas ganas horribles que no podía reprimir estuviera donde estuviera. Era como si me clavaran un cuchillo en el estómago y lo retorcieran cada vez más y más hacia dentro de mí, haciendo que todo diera vueltas. 
Ahora siento una leve punzada. No hay dolor, no hay cuchillo. Puedo sentir rabia los 15 minutos después de que haya pasado, pero después se me pasa, sigo igual que siempre, normal. Siempre tan normal.
Supongo que todo se debe al hecho de que ya no me espero nada bueno de nadie. Antes conseguía ver el lado bueno de las personas, por pequeño que fuese, yo conseguía encontrarlo y esperar cosas buenas de ellos. Hasta que, una tras otra, me fueron dando puñaladas uno a uno. Y cuando llegó mi punto de inflexión, la persona que jamás esperaría que me hiciera sufrir de la forma en que lo hizo, se acabó todo. Aprendí (más bien a la fuerza) a no fiarme nunca de nadie, a no creerme nada de todo lo bueno que dijeran, a esperar siempre lo peor, lo más oscuro que pudiera haber en su interior. 
Y me da asco. Me da asco tener este vacío aquí dentro, pero me da aún más asco, por no decir terror, no poder quitarme nunca esta sensación de pasotismo, de indiferencia hacia todo y hacia todos. ¿Y si nunca llego a confiar en nadie otra vez? 
Yo, que sentía todo con la máxima intensidad posible, que lloraba cuando de verdad estaba rota por dentro, que tenía esa sensación en el estómago cuando era realmente feliz, cuando todo estaba perfecto.
Y ahora ya no hay... nada. 

19 de enero de 2013

Y una vez más...

No sé por qué, pero cada vez que veo algo que me impacta, algo que sabía que acabaría pasando pero que no quería imaginarme, sólo me viene a la mente un pensamiento: "necesito escribir".
Y así es, tan simple y tan sencillo como venir aquí, desahogarme en cuatro o cinco líneas en las que pretendo expresar el porqué de esta visita, sin conseguirlo satisfactoriamente.
No me gusta hacerme ilusiones con nada, lo odio terriblemente porque sé de sobra que si te haces ilusiones cuando no se cumplen es como si te hubieran dado una patada de lleno en el estómago.
Odio esa capacidad que tenemos los humanos de imaginarnos cosas del futuro, idealizar cómo nos gustaría que fuera nuestra vida. Somos tan idiotas que hasta a veces llegamos a creernos lo que nos imaginamos; podemos llegar a pensar las cosas con tanta intensidad que las vemos casi como algo real, no como algo que nunca llegará a cumplirse.
Y también odio la dependencia que todos nos creamos con alguien en algún momento de nuestra vida. Con lo bonito que es ser independiente, dejar de lado a los demás y vivir tu propia vida sin nadie detrás que te diga que no puedes hacer algo porque no es lo correcto para esa persona. Eres tú, y es tu maldita vida la que estás tratando de vivir. Pero siempre tenemos la necesidad de vivir a expensas de que alguien apruebe todo lo que hacemos. Estoy casi segura de que el 50% (o quizá más) de todos nuestros actos tienen como meta agradar a alguien. Aunque no lo aparentemos, siempre miramos de reojo a esa persona para que sepa que estamos haciendo lo que ella considera oportuno, e igualmente pasa con la gente que nos tiene a nosotros como referente de lo que hace. ¿Es que no podemos hacer las cosas porque son lo mejor para nosotros mismos, no porque sean lo mejor para los demás?
Y todo eso, para la mayoría de las veces conseguir que la otra persona se dé cuenta de que tiene el control.
Y ahí, precisamente ahí, es cuando se va todo a la mierda.

10 de enero de 2013

Let's leave the past behind us

Sensaciones. Vienen y se van a su antojo. Es lo bueno (relativamente) que tiene el ser humano. Quién sabe con qué maravillosa u horrorosa sensación te despertarás mañana. Quién sabe cuándo la volverás a sentir de nuevo, cuándo te volverá a atacar por la espalda, sin que puedas hacer nada para evitarla, dándote de lleno en lo más profundo de tu ser.
Juré y perjuré no volver al estado de sentir que si no estaba constantemente pendiente de algo no era capaz de sobrevivir. Y pensaba que lo había conseguido y todo. Já, idiota.
Lo que no acabo de entender es por qué unas veces me resulta tan maravillosamente fácil hacerlo y otras me vuelve loca el solo intento. Y yo que creía que esta coraza que me había construido a lo largo del tiempo era fuerte, resistente a los golpes y a todo el daño que ciertas personas pudieran hacerme. Que ya era, por así decirlo, inmune a cualquiera de sus ataques imprevistos.
Pero ya veo que no, que tan sólo eran ilusiones de lo que quiero en realidad que suceda, ser como una superficie resbaladiza. Que las cosas impactaran contra mí, pero luego cayeran igual de rápido que han venido, desvaneciéndose en el tiempo sin rozarme el alma siquiera.
Pero siento, maldita sea. Siento esta sensación horrible de nuevo. Y no me gusta, y no quiero sentirla. Y me obligo a mirarme en el espejo y hacerme creer a mí misma que no existe, que todo está solamente en mi cabeza, que no es tan real como lo ha sido otras veces. Y probablemente no sea ni la mitad de fuerte, pero si de algo está seguro mi subconsciente es de que está ahí. Y está esperando, impaciente, a que tenga un ataque de repentina debilidad, un punto de inflexión por donde poder colarse hasta mi corazón, y hacerlo pedazos poco a poco. Volviendo a hacerlo dependiente de una realidad que hacía mucho que no vivía, que no quiero vivir.
Así que les haré un favor a todos y me aislaré del mundo aún más. Nadie podrá llegar a tocar ni por asomo mi corazón, ni hacerme volver a sentir una sensación tan horrible nunca más.
Supongo que a veces... merece la pena perder una buena sensación en compensación de un millón malas.

6 de enero de 2013

Asco.

Estoy harta de este puto mundo de mierda. Y perdón por ser así de explícita, pero no aguanto más. He intentando mucho tiempo dejarme llevar, hacer ver que no me importan muchas cosas, que soy inmune a todas ellas. Pero me he cansado.
Me he cansado de ser siempre yo la que tenga que decir las cuatro cosas bien dichas que todo el mundo piensa. La que siempre pide perdón por todos los errores que comete, y aun sin cometerlos. La que se traga los marrones de todo el mundo, pero la que nunca tiene un buen hombro donde llorar los suyos.
¿Es esto a lo que yo aspiraba hace dos, tres años? ¿A esta mierda de vida?
He intentando ser tolerante, y que Dios me perdone si no lo he sido lo suficiente con alguna gente, pero con otra diría que hasta me he pasado de serlo. ¿Para conseguir qué? Que "parezca" que se preocupan por ti cuando en realidad se están descojonando en su casa de lo imbécil que puedes llegar a parecer delante de ellos.
Juré un día, hace mucho tiempo, que se acabó arrastrarse. Que a orgullo no me iba a ganar nadie. Y para una... puta persona por la que decido que merece la pena perder algo de ese orgullo...
Probablemente esto sea tan solo el momento de cabreo; que mañana me habré calmado y veré las cosas de otra manera, más tranquila. Pero es ahora cuando me apetece decirlo. Es ahora cuando saco toda la mala hostia que lleva dentro de mí tanto tiempo y la suelto así, a bocajarro, que la lea quien la quiera leer, no me importa. Estas son simple y llanamente las palabras de una persona que ha dado demasiadas cosas por demasiada gente que no se merecía la mitad de ellas.
Y que se dé por aludido quien crea oportuno. Ahora va por una sola persona, pero a lo mejor se puede aplicar a muchas que han pasado por mi vida. A demasiadas, tristemente.
Y toda esta mierda solo me deja de moraleja que NUNCA confíes en nadie. Que jamás reveles tus secretos a nadie, y que nadie merece la pena en este mundo.
NADIE.

5 de enero de 2013

Stars.

Supongo que hacía mucho que no escribía sobre esto. Supongo que también hacía mucho que no me paraba a pensarlo de verdad.
Me han preguntado, directa o indirectamente, la definición correcta de lo que es el amor. Nunca he sabido responder exactamente, sinceramente. Pero... poco a poco, vas apreciando pequeños detalles, pequeñas cosas que te hacen darte cuenta de que tienes que sentirlo para poder saber exactamente la definición, aunque no sepas expresarla con palabras.
Escuchar una canción, y volver atrás el tiempo a la velocidad de la luz, y revivir exactamente ese momento dentro de ti.
Sonreír como una idiota delante de una pantalla con una palabra, y no querer dejarlo nunca.
Temer con todo tu corazón que al día siguiente no piense lo mismo que te acaba de decir en ese momento. Querer parar el tiempo para que no pueda abandonarte.
Llorar como no has llorado en tu vida cuando ves que mira a otra como te miraba a ti.
Que te mire, y no poder evitar enfadarte ni aunque te fuera la vida en ello.
Guardar cualquier cosa suya como el tesoro más valioso que has tenido en tu vida.
Oler a él cuando llegas a casa e intentar conservar ese olor el mayor tiempo posible dentro de ti.
Tumbarte en la cama, mirar hacia arriba y ser feliz, así, sin necesidad de nada ni nadie más.
La imposibilidad de dejarle tirado cuando está mal, a pesar de que él lo haya hecho millones de veces.

Es cierto que hace mucho que no siento nada así. Es probable que pase mucho hasta que vuelva a sentirlo. Pero también es verdad que no he conocido sensación mejor, y si la mayoría de la gente aspira a ello, es porque es verdaderamente importante, esencial, valioso...
Algo que hay que vivir.

3 de enero de 2013

Who I am

Bueno. Hacía mucho que no me acordaba de ciertas cosas que pasaron hace ya bastante tiempo... y hoy me han venido de repente al echar la vista atrás un segundo.
Es como una mezcla de sensaciones que no sé definir exactamente. Es como si a la vez pudiera sentir amor y odio; compasión y alivio.
Este año me había propuesto pasar más de todo, verlo del lado del "que pase lo que tenga que pasar", pero estamos a día 2 y se me está empezando a olvidar. Probablemente sea que no estoy acostumbrada a actuar así y me cuesta hacerlo, por mucho que me obligue a mí misma. No soy así. No pretendo engañar a nadie, pero me gustaría ser de esa manera, dejar correr las cosas. Estoy completamente segura de que me llevaría menos decepciones y disfrutaría mucho más el presente.
Qué se le va a hacer. Cada uno es como es, ¿No?
Mucha gente opina que siempre se puede cambiar. Que tu personalidad es moldeable, tus gustos y comportamientos pueden transformarse por completo. Muchas veces me lo pregunto. ¿Podría ser de otra manera? ¿Podría gustarme lo contrario de lo que me gusta ahora?
Probablemente sí.
Pero no sería yo. Es decir, tendría el mismo nombre, la misma edad, viviría en el mismo sitio. Pero no sería la persona que todos mis amigos conocen. La persona que ha conseguido cosas, por esa personalidad y no por otra. ¿Quién estaría dispuesto a cambiar de personalidad poniendo en peligro todo lo que ha construido con otra? ¿Te querrían igual si fueras diferente? Tus "verdaderos" amigos (si es que esos existen de verdad) supuestamente te tendrían que apreciar de cualquier forma; pero, desgraciadamente, de todos los amigos que crees tener, la mayoría estarán contigo por lo que eres superficialmente, por lo que pueden "sacar" de ti.
En mi más sincera opinión, no hay que cambiar por nadie, sino si realmente no estás a gusto con tu forma de ser. Y si lo estás, habrá alguien, aunque sea una sola persona entre 7.000 millones, que sepa ver lo que realmente vales debajo de la superficie.