27 de mayo de 2012

Echar de menos, ese término tan abstracto.

No sé si será porque he escuchado una canción que hace mucho que no escuchaba, o simplemente porque ya tocaba. No sé si es porque me odio a mí misma, porque me gusta hacerme sufrir acordándome de todo, o simplemente porque es un camino, como tantos me dijeron, inevitable. Es como si por más que quisiera desviarme de la trayectoria, cualquier atajo me haga volver de nuevo al punto de partida. Es como si fuera mi único destino. Pero, dime, ¿Lo es? ¿De verdad?
A veces me gustaría tener un diario de lo que va a pasar en mi vida, así a lo mejor no me empeñaría tanto en intentar cambiarla y solo dejaría que la corriente me meciera lentamente hasta donde debo ir.
He soñado tantas veces que tú eras mi destino, que a veces lo confundo con la propia realidad. He imaginado mil maneras diferentes de volver a quererte y hacer como si no hubiera pasado nada; volveríamos a ser felices, como algún día lo fuimos.
¿Y sabes qué es lo que más me fastidia? Que parecemos tener un imán. Parecemos pensar a la vez lo mismo, y estoy cansada. Cansada de que lo que pensamos se quede en eso, pensamientos.
Demasiado cobardes para admitir lo que todo el mundo grita a nuestros oídos. Demasiado cobardes para dar la cara y admitir lo que ambos sentimos.
No podría definirlo de otra forma.