29 de septiembre de 2013

Podría poner de nuevo lo que últimamente me dedico a escribir aquí, el desasosiego mental que acaece en mi vida, que no me deja pensar en nada más, que me hace imposible centrar mis fuerzas en otra cosa.
Porque veo cómo todo pasa y después de un determinado tiempo vuelve a pasar sin que nada cambie; vivo en un mundo estático, donde cualquier posibilidad de mirar hacia otra parte es pura fachada, encadenada inevitablemente a lo que yo llamaría en otra época "círculo vicioso", pero que desde hace algún tiempo ha dejado de parecerme atractivo por completo. Me limito a caminar hacia delante, sin mirar hacia los lados, sin pararme a repasar y sin que me dé tiempo a arrepentirme de lo que hago. Soy una autómata, un robot programado para existir, simple y llanamente, nadie me quiere para nada más. Voy de un lado a otro sin que se me requiera en realidad en ningún sitio, sin que nadie note mi presencia ni mi ausencia cuando ya no estoy, cuando todo acaba. 
Querría despertar, pero ya no importa, en realidad nada ya lo hace para mí. Se me acabaron las esperanzas justo cuando abrí de verdad los ojos al mundo y vi lo que tenía guardado para mí: nada, la más absoluta y desoladora desesperanza, las ganas de que los días acabasen, sin que ninguno fuera importante, sin que nada marcara un antes y un después, porque ya nada marcaba nada. 
Me consumo viendo cómo los demás, merecedores o usurpadores de todo lo que yo quería están ahí, impasibles, viviendo sus vidas sin importar nada ni nadie más.
Mientras tanto aquí sigo, impasible, víctima de la rutina y de la soledad que a ella acompaña, sin fuerzas siquiera para luchar, pues cuando se ha perdido la esperanza... nada queda ya.